Tras una derrota en las Galias, Julio César decide no regresar a Roma hasta no haber vencido a sus adversarios. Para ello debe inutilizar una potente catapulta que se encuentra en una resistente aldea gala. Para llevar a cabo esta misión designa a un pequeño grupo de soldados. Así, la víspera de la batalla contra el ejército de Vercingétorix, un grupo de legionarios romanos, guiados por Claudio Marcello, recibe el encargo de neutralizar la catapulta que los druidas han construido para contener el ataque de las legiones de Julio César.