Con su salud muy debilitada y en espera de que la policía desaloje a los inmigrantes que ocupan el edificio de la Pantanella, Luigi recuerda su trabajo en las minas de Bélgica, junto a los inmigrantes italianos, su asignación a Giano, un suburbio donde las infrahumanas condiciones de vida provocan guerras entre los indigentes, su labor al frente de Cáritas, la creación de albergues para gente sin hogar, su ayuda a los primeros enfermos de sida, su lucha por la integración racial y religiosa… y sobre todo, la falta de apoyo por parte de los diferentes partidos políticos gobernantes y de la propia iglesia.