Dora, su segundo marido Bruno, y Marco, un niño hijo del primer matrimonio de ella, van a la casa de campo que era del matrimonio antes de que ella cayera en una profunda crisis a causa del supuesto suicidio de él. El chalet parece estar poblado de fantasmas: Marco alterna momentos de infantilismo con momentos en los que parece estar poseído por un espíritu que lo induce a rechazar a su padrastro y a ensañarse contra su madre. Dora, a pesar de los intentos de reacción y la afectuosa presencia de Bruno, manifiesta señales de desequilibrio mental cada vez más frecuentes.