Julia, una atractiva y joven bibliotecaria a la que nadie conoce, llega al pueblo para hacerse cargo de la biblioteca del colegio. Alfredo, el policía, queda inmediatamente prendado de su belleza, y se dedica a atender cualquier necesidad que la joven pueda tener. Ella mantiene una actitud de dejarse querer, lo que atrae las miradas y deseos de varios habitantes masculinos de San Martín del Sella, en especial de Riqui, que empelará todo su atractivo, juventud y energía para enamorarla. Adriana da un paso adelante, e invita a Mateo a cenar. Él acepta, aunque le advierte que no bebe alcohol, y que es muy difícil de contentar por vía culinaria, ya que está acostumbrado a mesas de alto nivel. La profesora pasa por alto sus inadecuados comentarios y le pide que en la cena disfrute como una persona normal y que no critique su comida, aunque no haya Dios que se la pueda comer. Pero Mateo, fiel a su personalidad, no acudirá a la cita.