El capítulo arranca en Medellín, capital nacional del colombiano que no se vara, porque habla de un tema que nos concierne a todos, absolutamente a todos, ya que somos tan botaratas como michicatos. Es sobre la economía, pero no LA ECONOMÍA –de lo que dicen los ministros y las entidades que echan esas cuentas maravillosas, como si este país fuera Suiza y estuviera siempre en ascenso–, sino de aquella sufrida e intuitiva, hecha a pedazos, pasito a pasito: la economía criolla. Santiago indaga en ella y los métodos que muchos usamos para hacerle trampas y lograr sobrevivir.