El bosnio Mirza Delibasic formó parte de una generación inolvidable de baloncestistas yugoslavos. Los que fueron sus compañeros en el Real Madrid a principios de los 80 le recuerdan como un maestro, por su clase y generosidad dentro y fuera de la cancha. Durante el asedio de su querida Sarajevo, que comenzó hace ahora 30 años, en abril de 1992, y con la salud muy deteriorada, el maestro demostró que también llevaba un héroe dentro.